lunes, 22 de enero de 2018

HESTIA

Hestia Giustiniani.
Estatua en mármol. Museo Torlonia

Simbolizando siempre algún fenómeno natural, un hecho social o una reflexión sobre el mundo o la vida, la mitología grecorromana englobaba gran número de dioses. Entre ellos, resaltaban las divinidades relativas a la familia y a la patria: Hestía (Vesta), los Lares, los Penates y los Genios, cada una dotada de características específicas, pero todas relacionadas con la protección de las comunidades o grupos sociales.

Hestía (en griego antiguo Ἑστία Hestía) es una divinidad del fuego, como Hefesto (Vulcano), el dios artesano, o el titán Prometeo, que también simbolizaban ese elemento. Pero, mientras Hefesto representa al fuego no domado, el elemento ígneo en sus manifestaciones subterráneas, y Prometeo el fuego del que el hombre se apoderó como condición de autonomía, Hestía es el fuego doméstico, el fuego del hogar y del altar, que proporciona calor y cuece los alimentos para los hombres o los sacrificios para los dioses, y que fortalece la unidad familiar. La misma palabra “hestía” es la traducción de ese  sentido funcional del fuego: en griego quiere decir “hogar”.
Hestia. Cerámica ateniense en rojo (S. V a. C.)

La divinidad del fuego doméstico se encuentra, bajo diferentes denominaciones y con cultos diversos, en todos los pueblos de lenguas indoeuropeas. Entre estos, el culto del hogar parece haber señalado el paso de la condición de nómades a sedentarios.

La figura  de Hestía no aparece en Homero (siglo IX a.C.), aunque el poeta menciona la santidad del hogar. Quien primero habla de ella es Hesíodo (VIII a.C.), en su Teogonía, donde la diosa es citada como hija de Cronos (Saturno) y Rea (Cibeles) y por lo tanto como hermana de Zeus (Júpiter), Hades (Plutón), Poseidón (Neptuno), Hera (Juno) y Deméter (Ceres).

El sacrificio a Vesta (1771) Francisco de Goya
Como representa el poder purificador del fuego, ella es conocida míticamente como una joven casta. Se cuenta que tras la guerra contra los Titanes, Hestia fue cortejada por Poseidón y por Apolo pero juró sobre la cabeza de Zeus que permanecería siempre virgen, evitando así la primera disputa entre dioses olímpicos. El rey de los dioses le correspondió cediéndole la primera víctima de todos los sacrificios públicos y los lugares preeminentes de todas las casas.

Primogénita de la pareja Cronos-Rea, recibe así las primicias de todos los sacrificios. Se le solía sacrificar una ternera de menos de un año. En el culto, personifica sobre todo al fuego del hogar, el centro de la casa, en torno al cual se reunía la familia. Simboliza el concepto de morada estable, lugar donde convergen todos los miembros de un clan, y donde los dioses protectores de la estirpe tienen su sede. También es a su alrededor donde las familias celebran sus fiestas y sus ritos de nacimiento, matrimonio, etc., y acogen a los huéspedes, los extranjeros, los caminantes y los mendigos.

Hestía no protege solamente el lar u hogar privado, sino también a la ciudad (el lar común), cuyo fuego sagrado es conservado cuidadosamente. En las ciudades griegas, la “hestía” publica era colocada en el pritaneo, casa de la ciudad, lugar de reunión de los representantes de las tribus, centro político de la región.

Cuando un grupo de ciudadanos partía con el propósito de formar una nueva patria, colonia de la ciudad-madre, llevaba consigo una parte del fuego del pritaneo, para encender con él el lar público de la nueva fundación. En ocasión de la fusión de villas en una sola, se encendía la “hestía publica” que era el símbolo del centro político y religioso de la confederación recién formada.

Su culto fue siempre simple, despojado de refinamientos. En todos los ritos era costumbre sacrificar a Hestía tanto al principio como al fin de las celebraciones. Su equivalente romano es Vesta aunque difiere de esta última tanto en atribuciones como importancia ( véase Vestales)






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