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lunes, 2 de abril de 2018

ECO Y NARCISO (MITO - VERSIÓN DE OVIDIO)

Eco y Narciso (1903) John William Waterhouse
... El adivino Tiresias daba a quien se las solicitaba profecías verdaderas. La primera de éstas la recibió Liriope, ninfa que tuvo, de su forzado ayuntamiento con el río Cefiso, un niño a quien puso por nombre Narciso. Habiendo preguntado si éste habría de llegar a viejo, el vate le contestó: "Si no se conociere". El tiempo vino a darle razón.  

Eco y Narciso (1629-1630) Nicolás Poussin.
Museo de Louvre
Cuando Narciso cumplió los dieciséis años, fue pretendido por muchos jóvenes y muchachas, y a todos se negó. En una ocasión en que cazaba, lo miró una ninfa locuaz, que nunca habló antes que otro, ni pudo callar nunca después que otro hablara: Eco, quien aún ahora devuelve las últimas palabras que escucha. Juno había hecho que eso le ocurriera como castigo por distraerla con largas pláticas mientras Júpiter la engañaba yaciendo con las ninfas. La diosa, al caer en la cuenta de lo que ocurría, le redujo el uso de la voz a devolver los sonidos extremos de las voces oídas.

Vio, pues, Eco a Narciso vagando por el campo, y al instante ardió de amor y lo siguió a hurtadillas, y más lo amaba cuanto más lo seguía; pero nunca pudo hablarle primero, porque su naturaleza se lo impedía, y hubo de esperar a que él comenzara. Y esto ocurrió, porque alguna vez que se había apartado de sus compañeros, Narciso preguntó en alta voz quién estaba presente, y Eco repitió esta última palabra. Pasmado al oírla, Narciso gritó "Ven", y ella le contestó con la misma voz. Engañado, el joven siguió hablando, y llegó a decir: —"Juntémonos." Contestó Eco con la misma palabra, y salió de la selva dispuesta a abrazarlo.

Narciso (1597-1599) Caravaggio.
Galeria Nacional de Roma

Huye Narciso, y habla: "Moriré antes que tengas poder sobre nosotros", y ella tras repetir las últimas cuatro palabras, vuelve a ocultarse en las selvas, cubre su rostro con follaje, y desde entonces habita en grutas solitarias.

Más aún: dolida por el rechazo de que fue objeto, ama todavía con mayor intensidad, y su cuerpo enflaquece y pierde todo jugo, y es ya solamente huesos y voz, y luego nada más que voz; sus huesos se hicieron piedra. Un sonido, que todos pueden oír, es cuanto de ella permanece.

Como a Eco, había despreciado el joven a otras ninfas y jóvenes. Alguien de los despreciados rogó al cielo que, por justicia, él llegara a amar sin poder adueñarse de lo que amara. Y Temis asintió al ruego tal.

Junto a una fuente clara, no tocada por hombre ni bestias ni follaje ni calor de sol, llega Narciso a descansar; al ir a beber en sus aguas mira su propia imagen y es arrebatado por el amor, juzgando que aquella imagen es un cuerpo real; queda inmóvil ante ella, pasmado por su hermosura: sus ojos, su cabello, sus mejillas y cuello, su boca y su color. Y admira cuanto es en él admirable, y se desea y se busca y se quema, y trata inútilmente de besar y abrazar lo que mira, ignorando que es sólo un reflejo lo que excita sus ojos; sólo una imagen fugaz, que existe únicamente porque él se detiene a mirarla.

Olvidado de comer y dormir, queda allí inamovible, mirándose con ansia insaciable, y quejándose a veces de la imposibilidad de realizar su amor, imposibilidad tanto más dolorosa cuanto que el objeto a quien se dirige parece, por todos los signos, corresponderle. Y suplica al niño a quien mira que salga del agua y se le una, y, finalmente, da en la cuenta de que se trata no más que de una imagen inasible, y que él mismo mueve el amor de que es víctima. Anhela entonces poder apartarse de sí mismo, para dejar de amar, y comprende que eso no le es dado, y pretende la muerte, aunque sabe que, al suprimirse, suprimiría también a aquel a quien ama.

Metamorfosis de Narciso (1937) Salvador Dalí
Llora, y su llanto, al mezclar el agua, oscurece su superficie y borra su imagen, y él le ruega que no lo abandone, que a lo menos le permita contemplarla, y, golpeándose, enrojece su pecho.  Cuando el agua se sosegó y Narciso pudo verse en ella de nuevo, no resistió más y comenzó a derretirse y a desgastarse de amor, y perdió las fuerzas y el cuerpo que había sido amado por Eco.

Sufrió ésta al verlo, aunque estaba airada todavía, y repitió sus quejas y el sonido de sus golpes. Las últimas palabras de Narciso lamentaron la inutilidad de su amor, y Eco las repitió, como repitió el adiós último que aquél se dijo a sí mismo. Murió así Narciso, y, ya en el mundo infernal, siguió mirándose en la Estigia. Lo lloran sus hermanas las náyades, lo lloran las dríadas, y Eco responde a todas. Y ya dispuestas a quemar su cuerpo para sepultarlo, encuentran en su lugar una flor de centro azafranado y pétalos blancos.


(Ovidio. Metamorfosis, libro III v.339-510) / traducción de Ana Pérez Vega)

sábado, 13 de enero de 2018

POLIFEMO




Ulises ciega a Polifemo  de Pellegrino Tibaldi 
En la mitología clásica, dos son los personajes que llevan este nombre:

1.  El cíclope, famoso por su mención en los textos homéricos y que es finalmente la  versión más conocida.

2. El lapita, hijo de Elato e Hipea que participó en la misió
n de los argonautas. Se afirma que tras esta aventura se habría establecido en la región de Misia, donde fundó una ciudad de la que fue rey.  
En este post, debido a que son pocos los datos que se tienen sobre la segunda mención nos centraremos, sobre todo, en la primera.  

Polifemo (en griego antiguo Πολύφημος Polyphêmos, ‘de muchas palabras’) es probablemente el cíclope más famoso del mundo clásico. Hijo de Poseidón (Neptuno) y de la ninfa Toosa, como todos los de su estirpe era de tamaño gigantesco y con un solo ojo en medio de la frente. Según la tradición, habitaba en una caverna cerca del monte Etna en Sicilia. Asimismo, si bien se dice que conocía del fuego, se alimentaba de carne cruda y se dedicaba al pastoreo.

Odiseo en la cueva de Polifemo (1635)  de Jacob Jordaen
En el canto IX de La Odisea, se narra el encuentro entre el cíclope y, Odiseo y sus hombres.  Estos luego de llegar a la cueva de Polifemo se dieron un banquete con sus alimentos, lo que habría provocado la ira del cíclope. Tras esto, dos de los hombres de Odiseo fueron devorados y encerrados. El héroe viendo la situación solicitó hospitalidad lo que provocó la burla del cíclope que terminó encerrando a todos en su cueva, obstruyendo la entrada con una enorme piedra. Al día siguiente, devoró a otros dos hombres y, más tarde, a otros más. Odiseo, finalmente, urdió un plan para terminar con el gigante: embriagarlo con el vino que el mismo le servía para luego hincarle en el ojo con una estaca ardiente. Una vez hecho esto, el gigante, loco de dolor, pidió socorro desesperadamente. Sus hermanos acudieron, y cuando le preguntaron quién le había herido, Polifemo declaró que “Nadie”, nombre con el que prudentemente se había identificado Odiseo. Creyéndolo loco o víctima de la ira de Zeus, que lo castigaba por haberse negado a dar hospitalidad, los cíclopes se retiraron. A la mañana siguiente, los griegos escaparon a su vez de la caverna sujetos al vientre y aferrados a los mechones de lana de los carneros que salían a pastorear, cuyos lomos el cíclope tocaba uno por uno. Odiseo y sus hombres corrieron a la playa y subieron a su navío. Cuando ya la embarcación se alejaba de la costa, el héroe reveló su verdadero nombre a Polifemo y este comprendió que se había cumplido el oráculo de que un hombre llamado Odiseo lo privaría de la vista. Lanzó sobre la embarcación enormes rocas, pero fue inútil: ya estaba lejos para alcanzarla. El cíclope rogó entonces a Poseidón, su padre, que lo vengase. En adelante, el rey de los mares demostró su cólera para con el héroe griego, haciéndole pasar muchas penas antes de volver a Ítaca.
Polifemo de Larry Elmore

Una mención en tono humorístico del personaje se hace en el drama satírico El cíclope de Eurípides.

Otra mención de Polifemo se da en el libro III de La Eneida en el que se narra cómo el héroe Eneas y sus hombres escapan de la isla del cíclope luego de ir en pos de Aqueménides –uno de los hombres de Odiseo que, perdido, se había quedado en la isla y pedido socorro a estos.

Según la versión que el escritor romano Ovidio relata en Las metamorfosis, Polifemo habría estado enamorado de la nereida Galatea. Esta, no obstante, rechaza su amor en favor de Acis, un pastor siciliano. Desdeñado, el cíclope arrojó una enorme roca sobre el joven, lo que le ocasionó la muerte. Desesperada, Galatea transformó al pastor en un río (el río Acis de Sicilia) y ella se arrojó al mar. Según la versión del historiador Apiano, Galatea se unió a Polifemo y tuvieron tres hijos: Gálato, Celto e Ilirio –dioses epónimos de los gálatas, celtas e ilirios respectivamente.


Asimismo, esta versión del mito sirve de inspiración para el poema Fabula de Polifemo y Galatea  de Luis de Góngora además de la pieza musical de Händel  Acis, Galatea y Polifemo.