Hestia Giustiniani. Estatua en mármol. Museo Torlonia |
Simbolizando siempre algún fenómeno
natural, un hecho social o una reflexión sobre el mundo o la vida, la mitología
grecorromana englobaba gran número de dioses. Entre ellos, resaltaban las
divinidades relativas a la familia y a la patria: Hestía (Vesta), los Lares,
los Penates y los Genios, cada una dotada de características específicas, pero
todas relacionadas con la protección de las comunidades o grupos sociales.
Hestía (en griego
antiguo Ἑστία Hestía) es una divinidad del fuego, como
Hefesto (Vulcano), el dios artesano, o el titán Prometeo, que también
simbolizaban ese elemento. Pero, mientras Hefesto representa al fuego no
domado, el elemento ígneo en sus manifestaciones subterráneas, y Prometeo el
fuego del que el hombre se apoderó como condición de autonomía, Hestía es el
fuego doméstico, el fuego del hogar y del altar, que proporciona calor y cuece
los alimentos para los hombres o los sacrificios para los dioses, y que
fortalece la unidad familiar. La misma palabra “hestía” es la traducción de
ese sentido funcional del fuego: en
griego quiere decir “hogar”.
Hestia. Cerámica ateniense en rojo (S. V a. C.) |
La divinidad del fuego doméstico se
encuentra, bajo diferentes denominaciones y con cultos diversos, en todos los
pueblos de lenguas indoeuropeas. Entre estos, el culto del hogar parece haber
señalado el paso de la condición de nómades a sedentarios.
La figura
de Hestía no aparece en Homero (siglo IX a.C.), aunque el poeta menciona
la santidad del hogar. Quien primero habla de ella es Hesíodo (VIII a.C.), en
su Teogonía, donde la diosa es citada como hija de Cronos (Saturno) y Rea
(Cibeles) y por lo tanto como hermana de Zeus (Júpiter), Hades (Plutón),
Poseidón (Neptuno), Hera (Juno) y Deméter (Ceres).
El sacrificio a Vesta (1771) Francisco de Goya |
Como representa el poder purificador del
fuego, ella es conocida míticamente como una joven casta. Se cuenta que tras la
guerra contra los Titanes, Hestia fue cortejada por Poseidón y por Apolo pero
juró sobre la cabeza de Zeus que permanecería siempre virgen, evitando así la
primera disputa entre dioses olímpicos. El rey de los dioses le correspondió
cediéndole la primera víctima de todos los sacrificios públicos y los lugares
preeminentes de todas las casas.
Primogénita de la pareja Cronos-Rea, recibe
así las primicias de todos los sacrificios. Se le solía sacrificar una ternera
de menos de un año. En el culto, personifica sobre todo al fuego del hogar, el
centro de la casa, en torno al cual se reunía la familia. Simboliza el concepto
de morada estable, lugar donde convergen todos los miembros de un clan, y donde
los dioses protectores de la estirpe tienen su sede. También es a su alrededor
donde las familias celebran sus fiestas y sus ritos de nacimiento, matrimonio,
etc., y acogen a los huéspedes, los extranjeros, los caminantes y los mendigos.
Hestía no protege solamente el lar u hogar
privado, sino también a la ciudad (el lar común), cuyo fuego sagrado es
conservado cuidadosamente. En las ciudades griegas, la “hestía” publica era
colocada en el pritaneo, casa de la ciudad, lugar de reunión de los
representantes de las tribus, centro político de la región.
Cuando un grupo de ciudadanos partía con el
propósito de formar una nueva patria, colonia de la ciudad-madre, llevaba
consigo una parte del fuego del pritaneo, para encender con él el lar público
de la nueva fundación. En ocasión de la fusión de villas en una sola, se
encendía la “hestía publica” que era el símbolo del centro político y religioso
de la confederación recién formada.
Su culto fue siempre simple, despojado de
refinamientos. En todos los ritos era costumbre sacrificar a Hestía tanto al
principio como al fin de las celebraciones. Su equivalente romano es Vesta
aunque difiere de esta última tanto en atribuciones como importancia ( véase
Vestales)
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