La infancia de Zeus (1640) de Jacob Jordaens |
Breve fue el engaño de Cronos,
(Saturno), pues pronto descubrió haber devorado una piedra en vez de un hijo.
Con aullidos de furor y a grandes pasos salió el dios a barrer el mundo en
busca del heredero que más tarde su invencible enemigo.
“Ni en el cielo, ni sobre la tierra,
ni en el mar” habría de encontrarlo. Porque, en los densos bosques de Creta,
ramajes y rumores escondían al niño Zeus (Júpiter).
En lo alto de un árbol, las Ninfas
ocultaron al pequeño dios, para que el padre voraz no pudiera verlo. Pero lo
que los ojos no encontraron, tal vez los oídos llegasen a descubrirlo. Por eso
previeron nuevas precauciones. Llamaron a los Curetes, guerreros sacerdotes de
la madre Rea (Cibeles) y les pidieron que al pie del árbol, cantasen vibrantes
himnos y bailasen golpeando fuertemente sus escudos con sus armas. Era preciso
tapar el llanto del niño.
Así creció tranquilo el hijo de
Cronos, oculto por los clamores de los Curetes y por las sombras de la densa
fronda.
Las abejas del monte Ida le ofrecían
la miel que endulza el espíritu. En cuanto a la
leche que fortalece el cuerpo, se la proporcionaba la cabra Amaltea.
Era un animal tan feo, esa insólita
ama, que en otros tiempos los titanes habían rogado a la tierra que la
encerrase en una caverna para alejarla de sus miradas. Fue así como la cabra
fue a parar a la isla de Creta y ganó el privilegio de amamantar al dios.
El niño Zeus, mientras tanto, no se
asustaba de la fealdad del animal, Al contrario, demostraba gran placer en
corretear con ella por el campo. Un día, en medio de la diversión, le arrancó
un cuerno que entregó a las Ninfas con la promesa de que todos los frutos que
desearan los encontrarían allí. Era la Cornucopia, o cuerno de la abundancia.
Por fin se cumplió el tiempo de la
infancia. Era la hora de cumplir la profecía de Gaia (la Tierra)
Muerta Amaltea, de su piel se hizo el
dios para sí una cota impenetrable, la égida (más tarde premio a Amaltea
convirtiéndola en constelación celeste, la de Capricornio). Y, llevando en los
oídos los ecos de los cánticos y las preces de los antiguos amigos, partió a
combatir contra su padre y a asegurarse el dominio del cielo y la tierra.
Jupiter amamantado por Amaltea (1638) de Nicolás Poussin |
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