Pintura de Daniel Seiter de Diana sobre el cuerpo de Orión, antes de su ascensión a los cielos, (1685). |
Millares de estrellas adornan el
cielo, inmenso escenario donde todas las noches dos constelaciones repiten la
misma escena: Orión, el cazador, huye del Escorpión que nunca logrará
alcanzarlo.
Dicen algunos poetas que antes de
brillar en lo alto del cielo, Orión había sido un cazador de gran porte,
hermoso y dotado de fuerza extraordinaria. Según algunas versiones sería hijo
de Euriale y Poseidón. O de Hireo, o tal vez de la Tierra. No se sabe con
certeza.
Cuentan que Artemisa, la virgen
perpetua, lo vio en una cacería y se enamoró perdidamente de él en ese mismo
instante. Y le habría entregado ese amor, tanto tiempo reservado, a no ser por
la trágica intervención de Apolo. Este, movido por los celos fraternos, o
preocupado simplemente por resguardar la castidad de su hermana, decidió
separarla de su amado.
En un hermoso día de sol, Orión
se bañaba en el mar, huyendo del calor excesivo. Confiando como siempre en su
destreza y en la propia fuerza natural, poco a poco se fue alejando de la
playa, hasta convertirse en una pequeña mancha oscura sobre las ondas
distantes.
Cerca pasaban Artemisa y Apolo.
Conversando, riendo y jugando con la alegría que unía a los dos hermanos. Pero
en el cerebro de Apolo iba creciendo una sola idea: sabe el dios que aquella
cabeza vista a lo lejos es la de Orión. Simulando total inocencia, desafió a
Artemisa a acertar con una fleche en el blanco aparentemente inmóvil que apenas
se alcazaba a ver en la línea del horizonte.
La bella cazadora no desconfió.
Feliz de demostrar una vez más su habilidad con el arco y la flecha, acepta el
desafío. Con emoción distiende el arco. Y la saeta lanzada, hiere mortalmente a
Orión.
Minutos después, traído por las
olas, llega a la playa el cuerpo del infeliz cazador.
La constelación de Orión |
Nada pudo consolar a Artemisa.
Con el hermoso rostro bañado en lágrimas, se dirigió a Zeus y le imploró que
transformase a su amado en una constelación, ya que no podía hacerlo revivir.
Con un gesto mágico, Zeus, fragmentó el cuerpo de Orión en innumerables
estrellas que fueron lanzadas al cielo.
Otros poetas cuentan la historia
de una manera diferente. Un día, solos en la isla de Quíos, el cazador habría
intentado violar a Artemisa.
Celosa de su virginidad y
profundamente irritada por el atrevimiento de Orión, la diosa con un ademán
hizo surgir un escorpión que, por orden suya, picó al joven, lo que le causó de
inmediato la muerte.
Orión y el escorpión fueron
transformados en constelaciones. Muy lejos, en el cielo, la escena se sigue
repitiendo todas las noches.
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